Ayer la alenté a Valeria para que publicara su promoción de cuatro canastos materos a 1500$ , con fotos y texto. Se ocupó de eso toda la tarde y luego me preguntó si estaba bien lo que había escrito. Tuve la pésima idea de sugerirle que editara algunas faltas ortográficas y fue como regar la maceta con agua hirviendo. Borró lo publicado y con desazón me pidió que lo hiciera yo.
Ayer la alenté a Valeria para que publicara su promoción de cuatro canastos materos a 1500$ , con fotos y texto. Se ocupó de eso toda la tarde y luego me preguntó si estaba bien lo que había escrito. Tuve la pésima idea de sugerirle que editara algunas faltas ortográficas y fue como regar la maceta con agua hirviendo. Borró lo publicado y con desazón me pidió que lo hiciera yo.
Esta mañana - mientras barría el patio de los gatos- me di cuenta de que todavía la gramática no importa, frente a la propia confianza inicial en el uso de la escritura como herramienta para vender lo que Valeria sabe hacer: sus artesanías.
Más tarde - cuando repartía el guiso a los perros- consideré otro detalle que me llamó la atención; Valeria había incluido una frase en el final de su discurso: "si alguien qiere comprar...le agradesco." Me recordó la respuesta de Aniceta Paiva, cuando su sobrina Silvia le preguntó a cuánto vendería una cartera: - Y"lo que me quiera dar, nomás". O a la gratitud de Soledad hacia una clienta -luego de que le comprara unas preciosas bandejas- mediante un "Gracias por ayudarme". También me hizo acordar de una docente que me escribió, triunfante y orgullosa: "Mirá la cartera divina que le saqué a la india por 300$ ". Y bueno, así nomá´ e´.
Cuando rejunté todos esos ejemplos y terminé de embolsar unas hojas secas del jardín, busqué la vieja hipótesis Sapir-Whorf, atenuada aunque vigente, que postula "El lenguaje determina nuestra percepción de la realidad". Quizá sea al revés -como la refuta Chomsky-, pero este postulado es una cita oportuna para entender el modo en que las artesanas pilagá concretan verbalmente el comercio de sus piezas con el criollo o blanco. Entienden que se les está haciendo un favor, que deben agradecer esa atención y que a la decisión de cuánto dinero dar la tiene el cliente. Es la respuesta del mendicante.
La gratitud de la artesana en su idioma se expresa "Ñachek kolac anborena" ("gracias por comprar mi artesanía", corríjanme si está mal escrito). El pilagá -"la idioma", como le dicen ellos- está fresco y vital en la familia y la comunidad. Es más, se definieron grafemas y signos de escritura por la calidad gutural del habla, a partir de estudios constantes de docentes aborígenes y especialistas del área. Pero, volviendo al comercio, cuando eligen hablar castellano con su interlocutor-cliente, a las mujeres les sale una súplica ("comprame, por favor", dice Orfilia), una reverencia exagerada si la compra fue a precio justo, o un silencio resentido después de entregar sus piezas por dos billetes devaluados. Esas asociaciones de palabras y no-palabras en castellano en esta situación particular - citando otra vez el postulado Sapir-Whorf- pueden revelar el concepto de impotencia frente a la decisión tomada del cliente blanco. Las categorías de su realidad están ordenadas y el lenguaje las describe.
Por eso -lo entendí mientras hervían los ravioles- me da tanta bronca el regateo. Las artesanas diseñaron una planilla con los valores que tienen sus creaciones, a partir de la cantidad de carandillo que usaron, el tiempo que les llevó hacer cada pieza y las terminaciones que lograron. También están aprendiendo a comunicarlo en castellano, pero se apabullan y enmudecen cuando el cliente impone su precio, sin negociar. Otra vez, regar la maceta con agua hirviendo.
A partir de estas reflexiones dominicales, desde ahora las voy a invitar a las chicas a que publiquen en este muro, con fotos, precios, medidas y número de whatsapp: si van a romper con tristes conceptos establecidos, que sea por medio del lenguaje.
Marlene Brítez - Trama Pilagá Formosa